6/12/09

Usar y tirar




Hoy ha llegado a mis manos el catálogo de juguetes de una conocida cadena de tiendas. Este año, debe ser por la maldita crisis, tan solo tiene un tamaño similar a la guía telefónica. Que piensa uno, si la economía estuviera boyante lo tendrían que mandar por fascículos cual enciclopedia.

Los animalitos que cuelgan de los parques de los bebés, así como los de los libros educativos, tienen por norma haber salido de la sabana africana. Claro, luego ven una vaca según pasan con el coche y dicen a su padre que qué impala más raro o por qué la abuela llama “pitas” a los marabús.

El producto estrella son los osos que hablan si les aprietas una mano, una oreja o la barriga. Que al principio resultan graciosos pero, a medida que pierde vida la pila, empiezan a emitir unos sonidos guturales que ya verás la gracia que les va a hacer a los críos. Aún recuerdo un pato que tenía que, ya casi sin batería, se atascaba y no había dios que lo callara.

Por no hablar de las marcas de moda. ¿Quién no tiene ya un odio irreparable hacia el repelente Hello Kitty? Y las consolas, ay las consolas. Que gran invento para que los hijos no den el coñazo, aunque se tiren horas y horas pegados a la pantalla. Como mucho se salva la Wii con la cual, aunque los orondos retoños no salgan de casa, al menos se mueven.

En el extremo contrario están esos juegos de cuando eras joven que ¡aún los venden! Por seis eurines tienes un tablero con el parchís por un lado y la oca por otro. Encima con dados de estos que apretando una cápsula se tiran solos. Te hace ilusión recordar tu juventud, cuando no hacía falta recurrir a la electricidad ni a la electrónica para divertirse. Las horas muertas que me he pasado jugando a las chapas, haciendo bailar la peonza o empujando el aro con la guía. Productos baratos, que duran años y que nunca te cansas de utilizarlos. Hoy, los niños están tan saturados con centenares de productos superfluos que ya nada les hace ilusión. Todo es de usar y tirar.