14/10/11

El Grupo

Es del todo evidente que el ser humano es un ser social. Necesita relacionarse con los demás, formar parte de un grupo. Al solitario, al que rehúye del trato con otros congéneres, se le toma por un perturbado, una amenaza, un asesino en serie en potencia. Al menos en el mundo occidental actual. También es cierto que en otras épocas o en otras culturas el asceta, el ermitaño, el anacoreta es visto con otros ojos, mostrando admiración por tal individuo al que se le atribuyen los más nobles valores.

Asociaciones, clubs, amigos, federaciones, peñas, escuelas, organizaciones, gremios, hermandades, jóvenes, mujeres, ex alumnos... existen decenas de formas distintas de relacionarse, de sentirse parte de una colectividad. Una necesidad primaria inherente al hombre, desarrollado a partir del recurso que muchos animales utilizan para su supervivencia, formando manadas, bancos, colonias y otras formas más o menos complejas de reunión. Al fin y al cabo, un acto social.

La fiebre del fútbol hace que grandes masas de hinchas se acerquen a los estadios coreando absurdos cánticos bivocales y sintiéndose parte de una comunidad. ¿De verdad se sienten tan atraídos por ese juego violento e impreciso o es quizá la forma de acabar la semana y evadirse por un momento de sus preocupaciones en un acto de terapia grupal? La excusa es el deporte que unos pocos practican allá abajo, al igual que ocurría en los circos romanos. La realidad, lo que hace a toda esta masa ocupar las gradas, quizá sea el vestir los mismos colores a modo de sentimiento común con otras muchas personas, creando sociedad en definitiva.

Pero hay una forma de asociación que es prácticamente común a todas las culturas humanas y ha pervivido a los avances de la ciencia y la tecnología: la religión. El culto a uno o varios dioses, a los espíritus o a los astros enraíza en lo más profundo del alma humana.

La parada obligada en este improvisado análisis de la conciencia grupal no puede ser otra que el catolicismo. No es nada personal, pero últimamente no sé qué me pasa con la Iglesia, me voy a ganar la excomunión como siga atacándola de esta manera. En este caso mi denostada RAE me echa una mano con la acepción coloquial de ‘excomulgar’. Dice así: “Declarar a alguien fuera de la comunión o trato con otra u otra personas”. Comunión, común unión, grupo. Trato con otra u otras personas, grupo. Ahora surge en mi retorcida mente la pregunta del millón.

¿El ser supremo es un fin en sí sismo o una excusa para pertenecer a una colectividad? Cuando los cristianos eran un grupo reducido, perseguido e incomprendido puede que dios tuviera un significado más profundo. Pero cuando la Iglesia se alzó con el poder o colaboró con él olvidó los preceptos de misericordia y amor al prójimo y pasó de ser un grupo a ser El Grupo. La Inquisición se dedicaba a eliminar todo aquello que se alejaba de los preceptos del catolicismo. Pero, ¿acaso no eran los protestantes seguidores de un mismo dios, aunque tuvieran una visión distinta? También hicieron de las suyas en la infausta época del franquismo. La hostilidad hacia los rojos sólo era superada por la aversión a los masones. Y, ¿qué eran los masones más que fraternidades que amenazaban la preeminencia de El Grupo?