En estas fechas tan señaladas, me llena de orgullo y satisfacción hablar de los tradicionales aguinaldos. Mas en este caso, hablaré de cómo se llevaba a cabo en mi pueblo. El nombre de canturrezo viene, como se puede observar a simple vista, de canto y de rezo, pues era lo que hacían los niños que iban de casa en casa pidiendo los limosna en estas fechas navideñas. En casas donde se guardaba luto decían “ni canto ni rezo”, y los críos pasaban a la siguiente puerta. Antaño eran los niños de las familias más pobres los que acudían a las casas de los vecinos de la localidad en busca de lo que buenamente podían ofrecer por caridad. De hecho, en los pueblos se consideraba rico a aquél que poseía cuatro vacas, dos gallinas y un cerdo. Eran otros tiempos, donde los desperdicios orgánicos no existían, pues constituían buena parte de la dieta de los animales domésticos, donde el uso de los recursos naturales se hacía de manera sostenible sin haber inventado aún el término sostenibilidad, donde los niños cuidaban de las reses familiares desde que aprendían a andar sin haber inventado aún el término explotación infantil, donde hombres y mujeres participaban de todas las tareas cotidianas sin haber inventado aún el ministerio de igualdad, donde… en fin, eran otros tiempos.
Hoy día, todo está mercantilizado, generalizado y completamente deshumanizado. El niño, por llamarlo de alguna manera, no tiene necesidad de recibir el aguinaldo, ni ilusión, y el interés que ponen en el villancico es el mismo que pondrían al abordar la lectura de un libro. Pero este debe ser el precio de la modernidad, la obtención de recompensas al mínimo esfuerzo. Luego nos quejamos de que los jóvenes de hoy no son emprendedores, no se arriesgan en los negocios y, teniéndolo todo, quieren más y más sin mover un dedo.
No me entretengo más, que he hablado de todo menos del canturrezo.
Felices fiestas.
Hoy día, todo está mercantilizado, generalizado y completamente deshumanizado. El niño, por llamarlo de alguna manera, no tiene necesidad de recibir el aguinaldo, ni ilusión, y el interés que ponen en el villancico es el mismo que pondrían al abordar la lectura de un libro. Pero este debe ser el precio de la modernidad, la obtención de recompensas al mínimo esfuerzo. Luego nos quejamos de que los jóvenes de hoy no son emprendedores, no se arriesgan en los negocios y, teniéndolo todo, quieren más y más sin mover un dedo.
No me entretengo más, que he hablado de todo menos del canturrezo.
Felices fiestas.
2 comentarios:
Felices fiestas, Gall. Bienleído ;) Eso del "canturrezo" suena a cántabru !
Es lo que tiene hablar con las abuelas, que te salen vocablos de otros tiempos. Pues no es cántabru, no. Es castellanu. Del mi puebluco.
Publicar un comentario