No soy físico nuclear. Tampoco un ecologista documentado. Por tanto, no tengo una respuesta seria y concienzudamente razonada ante el debate de nucleares sí o nucleares no. Y es algo que hecho en falta en todo este pifostio que se está montando en torno al tema. Que hable gente que realmente entienda del tema. Ayer me quedé hasta tarde viendo la televisión. No acostumbro a hacerlo, pues apenas hay una programación cultural que suscite mi interés. Pero me picaba la curiosidad de conocer algo la vida de Suárez, el único abulense que ha hecho algo decente por su tierra, instalar la Escuela de Policía, por desgracia la única “industria” con pinta de permanecer que tenemos. Terminado esto, vi que en 59segundos iban a hablar de la energía nuclear. Al fin, pensé, un poco de información veraz. Cual fue mi sorpresa, cuando veo que en la mesa de debate no había más que charlatanes, políticos del PPSOE y periodistas. Total, que me fui a la cama pocos minutos después de empezado el circo. Nada me iba a perder.
Si algo hay claro en este asunto, es que la energía nuclear es necesaria. Al menos para el ritmo de vida que llevan las economías occidentales. El problema es que nadie quiere ni centrales ni residuos cerca de casa. O quizá sí. La desesperación a la que pueden llegar muchos pequeños municipios castellanos es tal, que sus alcaldes contemplan la posibilidad de que se instalen allí, para ver si se pueden realizar inversiones y salvar la comarca. Pero el apego al sillón consistorial es más fuerte, por eso lo dejan en manos de sus ciudadanos, a sabiendas que de entrada optarán por el NO. Que aunque sea a pequeña escala, da muestras de una sociedad viva en los pueblos. Nada comparable con la oposición de la sociedad vasca a la instalación de la central nuclear de Lemóniz, pero por algo se empieza. Por suerte, el Gobierno hace gala una vez más de improvisación y nula planificación. Si esta propuesta se hace dentro de 20 años, cuando seguramente no quede nadie, doy por seguro que nos íbamos a chupar toda la mierda que nos echaran. Menos mal que no sobran cabezas pensantes entre sus filas.
Y para cabeza pensante, la del ministro Sebastián, poniendo a parir a catalanes y castellanos por oponerse a albergar los residuos. Algo cómico, dice que Castilla-La Mancha recibe una millonada por las inversiones en instalaciones de energías renovables. ¿Quién se beneficia de la energía producida? ¿Quién controla esas instalaciones? Seguro que si hubiera salido alguno de los municipios candidatos segovianos les culpaba de los millones invertidos en la Línea de Alta Velocidad para unir Madrid y Valladolid. Por favor, con lo que ha contribuido el Estado a hipotecar a la provincia y desarticular el territorio con la vía y luego no son capaces de albergar un cementerio nuclear de nada… qué poco solidarios.
La probabilidad de un accidente es escasa. Incluso es más fácil que ocurra durante el transporte de los residuos que en la fase de almacenamiento. Pero está ahí, latente. Y en este sentido cobra gran importancia el lenguaje utilizado. Para los opositores a este tipo de instalación sería más correcta la denominación oficial, que es Almacén Temporal Centralizado (ATC), antes que cementerio nuclear, porque el muerto no es tal, y si resucita no sería un milagro sino una gran putada. Es bastante improbable que se repita lo de Chernobyl con los avances desarrollados en materia de seguridad. Pero tampoco se preveía la ruptura de la presa de He Nan en China que acabó con la vida de 230.000 personas. La ingeniería hace maravillas, pero el riesgo nunca es nulo. Eso desde el factor técnico. Hablando del factor humano, las zonas donde se ha ubicado la industria nuclear no destacan precisamente por su gran desarrollo a partir del momento de su instalación. De hecho, nadie toma a las zonas de Almaraz, Garoña o Trillo entre otras, como ejemplo de desarrollo comarcal. Muchos millones en papel que luego no se traducen en el desarrollo del territorio.
Mientras, nos hemos olvidado del cambio climático. Ya nadie critica esa fuente de energía cara, escasa y terriblemente contaminante como es el petróleo. Ni el impacto ambiental causado por las minas de carbón. Ni las emisiones de las centrales térmicas. Las renovables se venden como la panacea aún sabiendo el corto periodo de vida de las instalaciones y la ingente cantidad residuos que también generan, por no hablar del impacto visual y ecológico que producen. La opinión pública se rige por modas. Hoy opinamos sobre las nucleares, mañana quién sabe. Será uno de tantos temas recurrentes para el periodismo como la gripe A o los diversos terremotos, tsunamis y otros fenómenos naturales. De hecho, los medios de comunicación, a expensas de los poderes políticos, ya van desviando el molesto asunto y se centran en el más recurrente de todos, Batasuna. Parece mentira que quitar el voto a miles de personas pueda dar millones de ellos a dos o tres partidos.
Si algo hay claro en este asunto, es que la energía nuclear es necesaria. Al menos para el ritmo de vida que llevan las economías occidentales. El problema es que nadie quiere ni centrales ni residuos cerca de casa. O quizá sí. La desesperación a la que pueden llegar muchos pequeños municipios castellanos es tal, que sus alcaldes contemplan la posibilidad de que se instalen allí, para ver si se pueden realizar inversiones y salvar la comarca. Pero el apego al sillón consistorial es más fuerte, por eso lo dejan en manos de sus ciudadanos, a sabiendas que de entrada optarán por el NO. Que aunque sea a pequeña escala, da muestras de una sociedad viva en los pueblos. Nada comparable con la oposición de la sociedad vasca a la instalación de la central nuclear de Lemóniz, pero por algo se empieza. Por suerte, el Gobierno hace gala una vez más de improvisación y nula planificación. Si esta propuesta se hace dentro de 20 años, cuando seguramente no quede nadie, doy por seguro que nos íbamos a chupar toda la mierda que nos echaran. Menos mal que no sobran cabezas pensantes entre sus filas.
Y para cabeza pensante, la del ministro Sebastián, poniendo a parir a catalanes y castellanos por oponerse a albergar los residuos. Algo cómico, dice que Castilla-La Mancha recibe una millonada por las inversiones en instalaciones de energías renovables. ¿Quién se beneficia de la energía producida? ¿Quién controla esas instalaciones? Seguro que si hubiera salido alguno de los municipios candidatos segovianos les culpaba de los millones invertidos en la Línea de Alta Velocidad para unir Madrid y Valladolid. Por favor, con lo que ha contribuido el Estado a hipotecar a la provincia y desarticular el territorio con la vía y luego no son capaces de albergar un cementerio nuclear de nada… qué poco solidarios.
La probabilidad de un accidente es escasa. Incluso es más fácil que ocurra durante el transporte de los residuos que en la fase de almacenamiento. Pero está ahí, latente. Y en este sentido cobra gran importancia el lenguaje utilizado. Para los opositores a este tipo de instalación sería más correcta la denominación oficial, que es Almacén Temporal Centralizado (ATC), antes que cementerio nuclear, porque el muerto no es tal, y si resucita no sería un milagro sino una gran putada. Es bastante improbable que se repita lo de Chernobyl con los avances desarrollados en materia de seguridad. Pero tampoco se preveía la ruptura de la presa de He Nan en China que acabó con la vida de 230.000 personas. La ingeniería hace maravillas, pero el riesgo nunca es nulo. Eso desde el factor técnico. Hablando del factor humano, las zonas donde se ha ubicado la industria nuclear no destacan precisamente por su gran desarrollo a partir del momento de su instalación. De hecho, nadie toma a las zonas de Almaraz, Garoña o Trillo entre otras, como ejemplo de desarrollo comarcal. Muchos millones en papel que luego no se traducen en el desarrollo del territorio.
Mientras, nos hemos olvidado del cambio climático. Ya nadie critica esa fuente de energía cara, escasa y terriblemente contaminante como es el petróleo. Ni el impacto ambiental causado por las minas de carbón. Ni las emisiones de las centrales térmicas. Las renovables se venden como la panacea aún sabiendo el corto periodo de vida de las instalaciones y la ingente cantidad residuos que también generan, por no hablar del impacto visual y ecológico que producen. La opinión pública se rige por modas. Hoy opinamos sobre las nucleares, mañana quién sabe. Será uno de tantos temas recurrentes para el periodismo como la gripe A o los diversos terremotos, tsunamis y otros fenómenos naturales. De hecho, los medios de comunicación, a expensas de los poderes políticos, ya van desviando el molesto asunto y se centran en el más recurrente de todos, Batasuna. Parece mentira que quitar el voto a miles de personas pueda dar millones de ellos a dos o tres partidos.