En días recientes se han estado dando los últimos pasos para la configuración de un nuevo Estado africano, que surge de la escisión de los territorios del sur de Sudán. Nace el Estado número 193 de las Naciones Unidas. Ha sido concebido en hogar humilde: en pleno centro del continente, donde se juntan los países menos desarrollados del mundo; Vivirá rodeado de malvadas hermanastras: sufre los azotes de los rebeldes ugandeses, lo cual no deja de ser una leve molestia comparada con las décadas de conflicto, masacres y guerras civiles con la mayoría árabe del Sudán sahariano; Sufre de personalidad múltiple: ha de lidiar con el reto de mantener la armonía entre no menos de 200 grupos étnicos, creencias y lenguas distintas; Tiene déficit de anticuerpos: le acechan los terribles virus de la alta mortalidad infantil, la mala calidad del agua, los paupérrimos servicios sanitarios y el analfabetismo; Pero el niño parece fuerte y tiene muchas, muchas ganas de vivir.
El personaje de la foto es el flamante presidente de esta nueva nación: Salva Kiir Mayardit. Bien trajeado y con un sombrero de cowboy que más quisieran lucir Robert Mitchum y John Wayne. Veremos si es capaz de emularlos en la defensa de su “Dorado” particular. Por el momento, la elección del inglés como único idioma oficial allana el camino al neocolonialismo de las grandes multinacionales.
Esa “paz y armonía”, junto con la “justicia, la libertad y la prosperidad” que se cantan en su himno, son motivos de gran esperanza, pero aún más de cautela. Los antecedentes en la región hablan de una previsible evolución muy distinta. El modelo de Estado-nación nació en y para Europa y se expandió al resto del mundo con resultados muy dispares. Sin lugar a dudas, donde ha tenido unas consecuencias más nefastas ha sido en el África negra. Con fronteras trazadas con escuadra y cartabón al antojo de los magnates de las grandes potencias europeas fueron separando a tribus que vivían en armonía mientras juntaban a otras con enemigos irreconciliables. Con la proliferación de déspotas que dilapidaban la ayuda al desarrollo en armas compradas a Occidente para masacrar a otras tribus de sus países mientras las viejas potencias coloniales despojaban el territorio de sus valiosos recursos.
A pesar de partir desde los escalones más bajos en cuanto al Índice de Desarrollo Humano, este nuevo país tiene la oportunidad de aprender de todos los errores cometidos en estos más de 50 años de independencia de las naciones africanas y saber afrontarlos. Un país con una superficie mayor que la península Ibérica y con apenas 9 millones de habitantes podría llegar a ser autosuficiente si no cae en las guerras tribales y el neocolonialismo económico. Invirtiendo en educación en vez de en armas, sabiendo gestionar unos recursos hídricos abundantes y mejor repartidos que los de su vecino del norte fomentando la potabilización, no dejando que buitres empresariales campen a sus anchas mermando sus reservas petroleras y las grandes riquezas minerales. No será fácil en un país de grandes contrastes tribales y una pobreza extrema. Habrá que estar vigilantes de su progreso hacia una sociedad libre que da sus primeros pasos hacia la subsistencia de la mayoría aun sin grandes lujos o si por el contrario se convierte en un nuevo nido de corrupción donde unos pocos viven como marajás y la gran mayoría se ahoga en la miseria.
¡Mucho ánimo, Sudán del Sur!
En esta página se pueden encontrar unos mapas muy significativos para entender la situación tan desfavorable de la que parte este nuevo país.
Nace una nueva nación: Sudán del Sur.