De sobra conocemos la degradación progresiva a la que somete la administración a la escuela pública. Sobran motivos para manifestarse frente a la masificación de las aulas, el aumento de las horas lectivas, el otorgamiento de asignaturas a los profesores fuera de su especialidad, la desviación de fondos hacia la concertada y la privada, el menor tiempo de atención a alumnos con problemas, el abandono de centros donde se funden alumnos de decenas de orígenes y lenguas distintas sin una atención individualizada, y un largo etc.
Pero… ¿los problemas solo vienen de ahí?, ¿es perfecto el sistema educativo de puertas para adentro? No sobran protestas, pero quizá falte algo de autocrítica. Que lo público sea necesario no implica que sea perfecto per se.
Ya que no hace mucho tiempo que tuve la suerte de librarme de la maldita secundaria para no volver a verla nunca más, quisiera dejar un puñado de reflexiones más allá de las reivindicaciones oficiales:
1. No es perfecta la sucesión de reformas donde se va degradando la calidad convirtiendo a los alumnos en números, individuos sin ninguna capacidad crítica ante el mundo que les rodea. LOGSE, LOCE, LOE, constantes cambios de planificación educativa que nadie sabría explicar el avance que suponen. Sin un proyecto a largo plazo y con unas ideas y objetivos claros, la degradación será progresiva. En las manifestaciones se oye un acertado “la educación no es un gasto, es una inversión”; ahora, pudiendo invertir en alta tecnología, ¿qué hacemos invirtiendo en sellos?
2. No es perfecta la relación establecida entre profesores y padres. Mientras los segundos delegan cada vez más la educación de sus hijos en los docentes, se hacen fuertes en AMPAS que presionan a los profesionales de la enseñanza en su tarea diaria. Con esta doble moral consiguen que en los IES, al final, ni se eduque ni se enseñe. Si los alumnos fueran ya educaditos desde casa, los profesores no tendrían que perder el tiempo en enseñarles modales y podrían impartir una enseñanza cultural de mayor calidad y profundidad. De las pocas cosas buenas que hizo Aguirre, dotar a los docentes de autoridad en las aulas.
3. No es perfecta la persistencia de momias en las aulas. Profesores que no han querido/sabido adaptarse a los nuevos tiempos, a las nuevas tecnologías. Podemos gastarnos una millonada en tablets y ordenadores para cada alumno, el problema viene si solo aprenden a jugar al buscaminas. Los docentes que llevan 30 años dando el mismo temario sin modificarlo ni un ápice o aquellos que se limitan a leer los manuales no van a sufrir por tener que dar dos tediosas horas más a alumnos desmotivados, que del aburrimiento ya ni hacen gamberradas. Más bien al contrario, quien sufrirá esa carga será el/la profesor/a que ha entrado hace poco, que se desvive por aplicar técnicas y métodos con los que el alumno participe de la asignatura, que se implique y vea el aprendizaje como algo útil y necesario y no como una pesada carga.
4. Y por último, y aquí me hago eco de las reclamaciones de profesores vocacionales sin trabajo y con pocas esperanzas de conseguirlo, no es perfecto el sistema de acceso y permanencia en la comunidad educativa. Si alguien se ha preguntado por qué tanto interés y unión de sindicatos de la educación de tan diverso pelaje por el despido de interinos, aquí ofrezco una de las principales causas. Individuos que llevan décadas de interinos, que posiblemente no hayan aprobado ni un solo examen, que no les interesa sacar la plaza “porque ahora están al lado de casa y si se hacen funcionarios de carrera los mandan a otro sitio”. Esos son los que pagan a toda la pandilla de sindicalistas a los que lejos de caérseles la cara de vergüenza se enorgullecen de ello y perpetúan este injusto sistema. Si esos profesores no se preocupan en sacar una nota digna en el examen de oposición y se limitan a ir a firmar humillando a los jóvenes recién licenciados que luchan por trabajar en lo que les gusta, cómo alguien puede pensar que en su vida laboral diaria van a ser buenos ejemplos para los alumnos y fuente de motivación para reducir el fracaso escolar y que se hagan hombres y mujeres de provecho, cultos y críticos.
Bravo por los que denuncian las zancadillas que les ponen desde fuera. Ahora solo falta que eliminen la podredumbre del interior de la educación antes de que se extienda la infección y haya que desecharla por inservible.
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