Cuando se habla de arte y artistas en el campo de la escultura solemos pensar en raros artefactos amorfos que carecen de sentido al observador común. Por eso resulta sorprendente que nos planten una cremallera gigante, tal cual, en medio de una de las principales arterias de la ciudad. Vista varias veces te acabas acostumbrando, pero no me acaba de convencer, al igual que la que hay al lado del Sabeco dedicada a… ¿Chava Jiménez? ¿Dos trozos de trozos doblados de metal oxidado y encima de ellos otros dos más pequeños? Pues vale. Que no todo va a ser críticas, oyes, que la que dedican al ciclismo abulense o la de la hermandad de donantes de sangre me parecen bien elegantes. El caso es que luego tenemos otras esculturas mucho más representativas de la ciudad escondidas en callejones por donde nadie pasa. Me refiero a la escultura dedicada a doña Ximena Dávila, heroína abulense, condenada a ocupar un oscuro lugar en la Plaza de San Miguel.
Pero hablando de esta obra de arte, esta descomunal cremallera, podemos convertirnos por un momento en expertos en escultura e intentar descifrar lo que significa. Porque para ocupar un lugar tan céntrico de la ciudad seguro que algo tiene que ver con ella. Veamos algunas posibilidades.
La primera vez que pude verla, me sorprendió saliendo de la estación de autobuses. En ese momento me dije: ¡coño! Ha llegado el destape a Ávila, con retraso, pero bienvenido sea. Pasados unos días, descartamos esta opción por lo absurdo que resultaría que esta ciudad cambiara.
Y esos días que han pasado, ayudan a pensar que lo mismo esa cremallera no está bajándose, sino subiéndose. Entonces sí que sería un gran símbolo para nuestra ciudad, del inmovilismo, del rechazo a las influencias del exterior, del estancamiento medieval en que vivimos, donde las murallas siguen siendo un elemento de vanguardia.
Aunque dando otro golpe de efecto volvemos a la teoría de que esa cremallera va en sentido descendente. Y al bajarse produce un movimiento en cadena. El del pantalón al que está sujeta dirigiéndose hacia las pantorrillas. Esto sí que es un símbolo para Ávila. Ésta sí que representa el espíritu de quien nos dirige desde las oscuras dependencias del Ayuntamiento. Esa bajada de pantalones para que los de arriba puedan manejarnos a su antojo mientras callamos, que hablar con la boca llena es de mala educación.
Gracias señor alcalde por ubicar este auténtico símbolo de nuestra ciudad y provincia y mostrando el espíritu que os caracteriza. Es de agradecer que no se oculte la inoperancia, pero también de lamentar que nuestros paisanos sigan ciegos los dictados de los cuatro caciques de turno que nos abocan a un futuro de más abandono, más envejecimiento, más emigración, menos Ávila.
Pero hablando de esta obra de arte, esta descomunal cremallera, podemos convertirnos por un momento en expertos en escultura e intentar descifrar lo que significa. Porque para ocupar un lugar tan céntrico de la ciudad seguro que algo tiene que ver con ella. Veamos algunas posibilidades.
La primera vez que pude verla, me sorprendió saliendo de la estación de autobuses. En ese momento me dije: ¡coño! Ha llegado el destape a Ávila, con retraso, pero bienvenido sea. Pasados unos días, descartamos esta opción por lo absurdo que resultaría que esta ciudad cambiara.
Y esos días que han pasado, ayudan a pensar que lo mismo esa cremallera no está bajándose, sino subiéndose. Entonces sí que sería un gran símbolo para nuestra ciudad, del inmovilismo, del rechazo a las influencias del exterior, del estancamiento medieval en que vivimos, donde las murallas siguen siendo un elemento de vanguardia.
Aunque dando otro golpe de efecto volvemos a la teoría de que esa cremallera va en sentido descendente. Y al bajarse produce un movimiento en cadena. El del pantalón al que está sujeta dirigiéndose hacia las pantorrillas. Esto sí que es un símbolo para Ávila. Ésta sí que representa el espíritu de quien nos dirige desde las oscuras dependencias del Ayuntamiento. Esa bajada de pantalones para que los de arriba puedan manejarnos a su antojo mientras callamos, que hablar con la boca llena es de mala educación.
Gracias señor alcalde por ubicar este auténtico símbolo de nuestra ciudad y provincia y mostrando el espíritu que os caracteriza. Es de agradecer que no se oculte la inoperancia, pero también de lamentar que nuestros paisanos sigan ciegos los dictados de los cuatro caciques de turno que nos abocan a un futuro de más abandono, más envejecimiento, más emigración, menos Ávila.