Poco puedo añadir a lo que se ha ido comentando en estos días en todos los medios de comunicación, desde todas las asociaciones culturales y formaciones políticas e incluso en las tertulias familiares o profesionales del café de después de comer. Mientras nosotros estamos tranquilamente en nuestras casas, atiborrándonos de comida como todas las navidades y aletargados con la morfina de las rebajas, centenares de palestinos están sucumbiendo a un brutal e indiscriminado ataque israelí. ¿Y es que acaso podemos hacer algo?
¿De qué sirve concentrarnos en apoyo al pueblo masacrado cuando pertenecemos a un consorcio (la Unión Europea) que ni pincha ni corta en la geopolítica mundial? Si contra la guerra de Irak se realizaron manifestaciones multitudinarias y los gobiernos no fueron capaces de rectificar, en este caso tampoco se puede pedir peras al olmo. No es Sarkozi el político que mejor me cae (y no es envidia, o eso quiero creer) pero en estos tiempos es el que más pone la carne en el asador a la hora de intentar que Europa funcione como una sola institución, que todos tiren de la cuerda hacia el mismo lado. Y es que, como dije alguna línea atrás, Europa no es más que eso, un consorcio, una agrupación de estados que, por el momento, tan solo se pone de acuerdo en temas económicos obviando lo social.
En fin, mi pretensión en estas líneas tan solo es la de mostrar mi apoyo, aunque de nada sirva este granito de arena, a todas aquellas familias palestinas que han perdido un hijo, un hermano o un amigo en la franja de Gaza durante estas navidades sangrientas. Tampoco me son indiferentes los ataques de terroristas suicidas al transporte urbano o al comercio israelí. También expreso mi repulsa sin paliativos. Porque el pueblo, aunque digan que es el que manda, siempre es el que sufre las consecuencias. No obstante, mis mayores condolencias van hacia el pueblo palestino. Porque les arrebataron su tierra creyendo que hacían justicia con el pueblo judío cuando ellos no tenían nada que ver en el asunto. Porque cada mañana tienen que pasar por decenas de controles israelíes ¡para moverse por su propio territorio! Porque están divididos y desabastecidos de lo más necesario. Porque David ya no es ese valiente muchacho que tan solo disponía de una honda para defenderse del agresor nazi. Ahora se ha revestido de metal y emula a sus verdugos. Y es que… el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla.
¿De qué sirve concentrarnos en apoyo al pueblo masacrado cuando pertenecemos a un consorcio (la Unión Europea) que ni pincha ni corta en la geopolítica mundial? Si contra la guerra de Irak se realizaron manifestaciones multitudinarias y los gobiernos no fueron capaces de rectificar, en este caso tampoco se puede pedir peras al olmo. No es Sarkozi el político que mejor me cae (y no es envidia, o eso quiero creer) pero en estos tiempos es el que más pone la carne en el asador a la hora de intentar que Europa funcione como una sola institución, que todos tiren de la cuerda hacia el mismo lado. Y es que, como dije alguna línea atrás, Europa no es más que eso, un consorcio, una agrupación de estados que, por el momento, tan solo se pone de acuerdo en temas económicos obviando lo social.
En fin, mi pretensión en estas líneas tan solo es la de mostrar mi apoyo, aunque de nada sirva este granito de arena, a todas aquellas familias palestinas que han perdido un hijo, un hermano o un amigo en la franja de Gaza durante estas navidades sangrientas. Tampoco me son indiferentes los ataques de terroristas suicidas al transporte urbano o al comercio israelí. También expreso mi repulsa sin paliativos. Porque el pueblo, aunque digan que es el que manda, siempre es el que sufre las consecuencias. No obstante, mis mayores condolencias van hacia el pueblo palestino. Porque les arrebataron su tierra creyendo que hacían justicia con el pueblo judío cuando ellos no tenían nada que ver en el asunto. Porque cada mañana tienen que pasar por decenas de controles israelíes ¡para moverse por su propio territorio! Porque están divididos y desabastecidos de lo más necesario. Porque David ya no es ese valiente muchacho que tan solo disponía de una honda para defenderse del agresor nazi. Ahora se ha revestido de metal y emula a sus verdugos. Y es que… el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla.
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