Los abulenses tenemos una forma muy particular de cruzar las calles, única en el mundo. Debería figurar en las guías turísticas como deporte de riesgo. Al igual que en Pamplona los corredores se juegan el tipo delante de los toros, aquí nos jugamos el tipo cruzando la calzada. Los accidentes son frecuentes y más de uno se deja la vida en esta peculiar forma de vida. Como tampoco soy ajeno a este hecho tan nuestro, intentaré comentar mis experiencias desde ambos lados de la barrera calzada.
Como viandante.
Nunca me había fijado en cómo cruzaba la calle hasta que lo comenté con mis primos, que no son de Ávila. El detonante fue que un día que íbamos juntos nos disponíamos a cruzar un paso de peatones. Ellos pararon en seco, yo crucé. Total, el coche venía a más de 50 metros, ni siquiera tuvo que frenar. Bueno sí, frenó y paró para que los muy cagones cruzaran. Entonces comenzamos una interesante conversación. Me comentaron que donde viven ellos cruzar un paso con tanta tranquilidad era una temeridad, que tenían que esperar a que ningún vehículo se divisara en el horizonte para poder cruzar con total seguridad. La verdad es que en nuestra ciudad tenemos mucha suerte. Los coches paran en los pasos de peatones.
Escribir esta entrada se me ocurrió a partir de una noticia del atropello de dos abueletes en la Avenida Juan Carlos I acaecido a día de ayer. Lo curioso es que cruzaban por medio de la calzada, no por el paso de peatones. Seguro que ni siquiera miraron.
Como conductor.
Hay que tener mil ojos con los ancianos. Ya cuando me estaba sacando el carné de conducir los temía. Tienen la mala costumbre, aunque muy propagada y generalizada, de pararse frente al paso de peatones, esperar a que venga un coche, y optar por dos opciones: 1. Se tiran, sorprendiéndote y haciendo dar un frenazo. En caso contrario, que no te des cuenta, ya te los has llevado por delante. 2. Hacen amago de pasar, haciéndote frenar, pero luego se quedan en el sitio y te mandan pasar. Dos formas de joder al personal. Y si no paras prepárate para recibir sus improperios garrota al viento. Eso siempre y cuando no estén cruzando por donde les da la gana, sin mirar y en diagonal.
Claro, luego dicen que los conductores van como locos y el ayuntamiento les da la razón, algo totalmente comprensible, son su mayor fuente de votos para alimentar en caciquismo. Dentro de esta complicidad ayuntamiento-tercera edad no se les ocurre otra cosa a nuestros gobernantes que plantar cientos de pasos elevados. Algunos de ellos tienen tal vertiginosidad que te preocupas más de la parábola que va a describir tu vehículo al ascender por ellos que de los posibles peatones que lo estén cruzando en ese momento.
Como viandante.
Nunca me había fijado en cómo cruzaba la calle hasta que lo comenté con mis primos, que no son de Ávila. El detonante fue que un día que íbamos juntos nos disponíamos a cruzar un paso de peatones. Ellos pararon en seco, yo crucé. Total, el coche venía a más de 50 metros, ni siquiera tuvo que frenar. Bueno sí, frenó y paró para que los muy cagones cruzaran. Entonces comenzamos una interesante conversación. Me comentaron que donde viven ellos cruzar un paso con tanta tranquilidad era una temeridad, que tenían que esperar a que ningún vehículo se divisara en el horizonte para poder cruzar con total seguridad. La verdad es que en nuestra ciudad tenemos mucha suerte. Los coches paran en los pasos de peatones.
Escribir esta entrada se me ocurrió a partir de una noticia del atropello de dos abueletes en la Avenida Juan Carlos I acaecido a día de ayer. Lo curioso es que cruzaban por medio de la calzada, no por el paso de peatones. Seguro que ni siquiera miraron.
Como conductor.
Hay que tener mil ojos con los ancianos. Ya cuando me estaba sacando el carné de conducir los temía. Tienen la mala costumbre, aunque muy propagada y generalizada, de pararse frente al paso de peatones, esperar a que venga un coche, y optar por dos opciones: 1. Se tiran, sorprendiéndote y haciendo dar un frenazo. En caso contrario, que no te des cuenta, ya te los has llevado por delante. 2. Hacen amago de pasar, haciéndote frenar, pero luego se quedan en el sitio y te mandan pasar. Dos formas de joder al personal. Y si no paras prepárate para recibir sus improperios garrota al viento. Eso siempre y cuando no estén cruzando por donde les da la gana, sin mirar y en diagonal.
Claro, luego dicen que los conductores van como locos y el ayuntamiento les da la razón, algo totalmente comprensible, son su mayor fuente de votos para alimentar en caciquismo. Dentro de esta complicidad ayuntamiento-tercera edad no se les ocurre otra cosa a nuestros gobernantes que plantar cientos de pasos elevados. Algunos de ellos tienen tal vertiginosidad que te preocupas más de la parábola que va a describir tu vehículo al ascender por ellos que de los posibles peatones que lo estén cruzando en ese momento.
*Despues de lo expuesto ya habréis comprendido el porqué los peatones no son abulenses, sino avileños, como las vacas.
2 comentarios:
muy buena observación!
en el pueblo donde estoy, a 40 km de la capital, no se les ocurre otra idea mejor que la de inundar, también, las calles con esos bloques de cimiento elevados con no sé qué intención, exactamente. El otro día, una señora mayor pisó mal uno de estos y se rompió una pierna al caer.
Bienvenido, Gall !
mek
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